Por Javier Martínez
La empresa tradicionalmente, está diseñada para promocionar los éxitos de sus planes y ejecutivos, exaltar sus rendimientos y premiarlos. Es así que la empresa y los directores se preocupan de la retención del talento y la "depuración" de competencias no alineadas a la empresa, en búsqueda cada vez más de talento exitoso fuera de la empresa que garantice ejecuciones exitosas de estrategia, operaciones y organización.
Mientras en mundo cambia cada vez más rápido, nuestros ejecutivos van dejando sus competencias excepcionales en el camino para enfrentarse cada vez más a nuevos retos poco previsibles, así como a problemas que unos meses atrás no se sabía que eran problemas.
El planteamiento de un élite de líderes dentro de la organización que se convierten en "los sospechosos habituales" para todas las iniciativas de la empresa, queda cada vez más obsoleta en esta realidad de negocios tan cambiante.
Por el contrario, al preocuparse del liderazgo de la empresa, se debe pensar en los espacios y las oportunidades que se diseñarán para que los potenciales líderes logren probar sus destrezas sin temor a equivocarse, en donde se permiten los errores, haciéndolos públicos para que todos aprendan de sus experiencias. Eso sí cuida estos espacios que sean controlados.
Permite a los ejecutivos equivocarse, la experiencia que generan los errores en la dirección y la gerencia también aportan aprendizaje a las corporaciones. En estos momentos de mi vida profesional considero que los errores pueden enseñar más que los triunfos.
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